Caricaturas publicadas en los diarios La Voz, La Región, Líder en Deportes, la revista Clímax y algunas solo para la red.
mayo 19, 2011
mayo 03, 2011
Sentido de Pertenencia
Sentido de Pertenencia (Columna "Trompo en la uña" diario La Región, 1ero de mayo de 2011)
Hoy que de nuevo te vistes, un grato recuerdo me queda de ti, hoy que te vas alejando, con honda tristeza te canto yo a ti.
Este verso no es para una mujer escrito por un hombre enamorado al separarse de su media naranja. Quizás podríamos pensar equivocadamente que esto es así, sin embargo fue plasmado para Venezuela, específicamente para Caracas. Lo que podría llamar aún más la atención, es que este verso que compone la primera estrofa de una canción llamada “Caracas Vieja”, no fue compuesta por un criollo, sino por un dominicano, músico este que se radicó en Venezuela cuando pretendía hacer solo unas presentaciones el 31 de diciembre de 1937 en compañía de su orquesta, pero el destino le jugó una mala pasada que lo obligó a prolongar su estadía, pero lo que jamás pensó, es que ese lapso de tiempo llegaría hasta el 5 de mayo de 1988, por voluntad propia, porque su corazón encontraría su lugar lejos del suelo en que nació, lejos de Quisqueya, la tierra de sus amores.
Luís María Frómeta Pereira, o mejor Billo Frómeta, no solo se quedó a vivir en Venezuela, sino que partió la historia musical del país, y por décadas le cantó a ciudades ajenas, pero que se sembraban en su corazón cada día que pasaba, o acaso, ¿era que su corazón se sembraba cada día más en el suelo nacional? Con influencia de Agustín Lara, a quien conociera en su estadía por Caracas en 1938, o de músicos colombianos como Pacho Galán y Lucho Bermúdez quienes terminaron de influenciar este hervido criollo, dónde cual ingredientes especiales le dieron sabor, voces inolvidables como las de Manolo Monterrey, Rafa Galindo, Alfredo Sadel, Cheo García, Felipe Pirela, José Luis Rodríguez y pare usted de contar.
Lo interesante de esta historia, es que este músico que dejó clásicos que aún hoy a 24 años de su desaparición física siguen sonando para nostalgia de muchos, rechazo de otros; dejara tantas composiciones dedicadas a Venezuela, y en especial a la ciudad de su alma; Caracas, de ahí sus famosas: Canto a caracas, Caracas vieja, La Canción de Caracas, Sueño Caraqueño, Mi Viejo Guaire, Caminito Avileño, En Caracas.
Han cambiado a mi Caracas, compañero, poco a poco se me ha ido mi ciudad; la han llenado de bonitos rascacielos, y sus lindos techos rojos ya no están. Dice la canción sueño caraqueño, en la que agrega que locales como el Roof Garden, dónde debutara, ya no existía, al igual que muchos personajes que solo recordamos hoy en crónicas, si acaso, y detalles llamativos como su mención en un verso que cuenta que las muchachas ya no van a La Planicie, costumbre que tenían las hermosas caraqueñas de antaño, que por razones obvias terminó de desaparecer.
¿Qué pensaría hoy en día ese Billo, no el dominicano, sino el venezolano por adopción que se enamoró de este país de una forma como pocas veces se ve, no renegando de sus orígenes, pero dando solo lo mejor para todo ese público que lo admiraba y veneraba, por su sencillez, talento y orgullo venezolano?
¿Qué pensaría el hombre que escribió un día: Caracas vieja, que te vas con los años, en cada reja que dejamos de ver, se va un idilio, se va un romance, se va un recuerdo de nuestro ayer, al ver no solo el olvido de las autoridades, sino de la propia gente que camina como autómatas por las calles que tanto amó Billo?
¿Qué pensaría el hombre que reescribió una canción colombiana para afirmar que las playas de Margarita eran las más bellas, orgulloso de la en otrora “perla de oro del Caribe”, y observarla en el estado de deterioro, inseguridad y atraso que está sumida?
¿Qué pensaría el hombre que dio su vida a este suelo como homenaje, como agradecimiento a un país que hoy es malquerido por sus habitantes, pero al que le dedicó su talento entero, para dejar un legado perenne, un legado de orgullo, de sentimiento?
¿Qué pensaría Billo Frómeta, si hoy se levantara de su tumba y se encontrara con esta Caracas, con esta Venezuela, con el centro de la ciudad de los “techos rojos” sumido en la anarquía, el caos, el chabacanismo, pero sobre todo que pensaría cuando algunos toman su música para identificar una revolución, que lo ha sido, pero por el atraso, miseria y odio que ha dejado a su paso?
Estas interrogantes no tienen respuesta y se podría imaginar mil cosas, pero ciertamente una realidad dice que seguro seguiría el camino de la crítica que usó en sus canciones para describir el abandono que en la década del ochenta ya vivía la capital y claro está el país.
Se necesita ser Billos, y lo digo en plural, para que cambie el país. Se necesita enamorarse de Venezuela, enamorarse de este suelo y sentirlo con pasión para cambiar la realidad que se vive, para darle un “tate quieto” a toda esa gente que solo trae negatividad.
Sentido de pertenencia tuvo Luis María, sentido de pertenecía al abrazar con su música a Venezuela, al entrelazarla en versos llenos de nostalgia, de gratitud. Deberíamos imitar y no solo mirar los miles de defectos que vive el país, sino las cosas buenas, y aún más importante las soluciones. Se necesita ser Billos para recorrer Venezuela y perderse en lo pintoresco, en lo nuestro, en lo que nos identifica y nos define; para tomarlo con cuidado y convertirlo en tatuajes en nuestra alma, y llenarnos de sentimiento patrio y levantar nuestras voces ante la decadencia que vivimos.
El día que las nuevas generaciones entiendan el legado de Billo Frómeta, y no lo usen burlescamente o con vergüenza, ese día el país retoñará, se levantará de verdad.
Y es que yo quiero tanto a mi Caracas, que solo pido a Dios cuando yo muera, en vez de una oración sobre mi tumba, el último compás de Alma Llanera.
Fernando Pinilla