junio 12, 2011

El imperio no contraataca



El imperio no contraataca (Columna "Trompo en la uña" diario La Región, 12 de Junio de 2011)

El imperio, esta forma de designar a los Estados Unidos de América ha sido repetida en cada alocución, entrevista que ha dado el presidente de la república desde hace doce años hasta convertirla en símbolo de la revolución, en un estandarte de sus seguidores, una inspiración, alimentando la psicosis por una inminente invasión al país y un magnicidio a su persona que sin duda sigue surtiendo efecto. ¿Qué sería de la revolución bolivariana sin el imperio? ¿Contra quién lucharían los héroes revolucionarios si la oligarquía venezolana no estuviera estrechamente ligada a los maléficos designios de Washington?

Esta fantasía que mantiene como un cuenta cuentos con pasión e interés el primer mandatario, ciertamente está sustentada por una realidad: Estados Unidos no son una blanca paloma y a través de la historia se han visto involucrados en escándalos por su intervención en países, en conflictos cuyos intereses están ligados a los suyos o pueden causarles algún tipo de ganancia. La lucha entre el comunismo y la derecha norteamericana ha recorrido diversos rincones del mundo durante el siglo XX, y el primero es por tradición enemigo acérrimo del sistema capitalista que ha sustentado la política, economía y sociedad norteamericana y de muchos países del mundo. Intentos fallidos por terminar con el comunismo en Cuba, una intervención directa en la caída del primer líder comunista elegido democráticamente en la historia; Salvador Allende y el arribo al poder de su verdugo, Augusto Pinochet, quién desataría una dictadura de terror en el país austral, el patrocinio de la dictadura de la familia Somoza en Nicaragua desde 1934, son algunos de los argumentos que se usan desde Miraflores para mantener la atmosfera ficticia que quiere emular la que se respiraba en la extinta URSS, y que se siente aún en las viejas calles de la Habana.

Los regímenes comunistas y totalitarios usan el miedo como arma para mantener ese sueño de guerra fría en el ambiente. Ahí está latente, el enemigo imperialista respira en la nuca, no duerme, interviene, si lo ha hecho en el pasado, ¿Qué impide que otra revolución que supuestamente lucha contra los intereses del imperio, pueda ser atacada salvajemente? Y es que sustentado igualmente en la intervención militar en Afganistán que derivó en la caída del régimen Talibán, en Irak la salida a la fuerza de Saddam Hussein, así como el conflicto entre Palestina e Israel sirven por igual para mentalizar que ese imperio, suerte de “el coco” que aterra a los fieles seguidores de la utópica revolución que no termina de ser más que una farsa sin razón de ser, está en el mismo lugar que siempre ha estado; al acecho.

La ignorancia y un poco de inocencia viene a jugar un papel preponderante en aquellos que hablan del imperio casi de manera autómata y que son capaces de defender dictaduras como las que se viven en Cuba, Corea del Norte, Bielorrusia, China, Libia, y tantos países árabes, sin darse cuenta de los abismos que separan las doctrinas islámicas de las socialistas, y peor aún desconociendo que en el nombre de una lucha contra occidente y sobre todo contra los Estados Unidos, pueblos enteros son víctimas de represión, de violación a los derechos humanos y claro está a la libertad de expresión y de opinión. En pleno siglo XXI cuando enfrentamos retos que generaciones pasadas no se imaginaron, muchos países viven de los errores cometidos por Estados Unidos como única base para justificar la existencia del caudillismo y monarquías de terror.

No estamos hablando de creer la historia que cuentan los vencedores, sino de ser objetivos y analizar. Estados Unidos no ha sido el mejor ejemplo de paz, pero una realidad también es que Salvador Allende no era ningún Santo, Daniel Ortega quién lleva sangre en sus manos como Fidel, no se diferencian mucho de los presidentes norteamericanos que han desencadenado guerras. La verdad es que los pueblos venimos a ser las únicas víctimas de la eterna lucha por poder que ejerce el hombre, y lo único que se puede concluir es que los extremos son malos, y es que por ejemplo en los países islámicos que tanto usa el gobierno como ejemplo de la opresión que viven por parte del imperio, son aquellos que en nombre de Alá asesinan a todos los que osen pensar y actuar distinto al Corán, ¿Es eso un modelo de democracia? El comunismo que vive el pueblo norcoreano mantiene a una misma familia en el poder desde hace décadas. Nadie puede entrar o salir sin permiso de Kim Jong-Il, nadie puede pensar distinto al supremo amo que es dueño de los destinos de cada ciudadano, así como ha hecho Fidel Castro por décadas en Cuba para protegerlos del imperio.

Y la pregunta es: ¿realmente es Estados Unidos el único enemigo que enfrentamos? Creo existen enemigos más reales como la miseria humana, el abuso de la autoridad que en un gobierno de extrema derecha existe y en uno de la izquierda comunista también. La corrupción, la distribución desigual de los recursos, la burocracia y claro está demagogia y populismo son reales. Hoy cuando estamos llamados a no permitir ser explotados por nadie, pero sí aprovechar con diplomacia e inteligencia los aportes de los países industrializados y desarrollados, queremos jugar a la guerra fría, queremos vivir la fantasía de ideales obsoletos y fracasados. El verdadero socialismo se construye en libertad, en respeto, en conjunto, integrando, superando y evolucionando; no viviendo en el atraso, en la pobreza, justificando la crisis que se vive y que solo el fanatismo hace que nos volvamos ciegos. “El imperio” no es el enemigo si sabemos aprovecharlo, es un aliado si somos capaces de traducir los aciertos de su sociedad y su economía para aplicarlos en nosotros. Hoy Venezuela no necesita más vivir de utopías, doce años son mucho para cosechar solo promesas, abran los ojos, el imperio no contraataca esta revolución, sino la miseria de sus líderes.

Fernando Pinilla