Quiero compartir este sencillo escrito que publiqué el año pasado en mayo. Me parece ideal cuando en mi Venezuela se habla monte sin saber realmente, si quiera, de qué estamos hablando.
¿Derecha
o Izquierda? (Columna Trompo en la uña, mayo de 2012)
“Siempre el que
quiera engañar encontrará a quien le permita ser engañado.” Maquiavelo
Conversando
con varias personas y leyendo algunos artículos, todos de diferentes corrientes
ideológicas, se acrecientan dudas al respecto de la “verdad” que cada persona
defiende. Muchas de esas verdades vienen precedidas de mentiras que queremos
creer y terminamos haciendo que otros crean; esto, para justificar nuestras
acciones.
La historia
humana, manchada de sangre, se ha escrito con ésta como tinta. Cada quien traza
su verdad, escribe su mentira; y ésta tendrá quien la crea, la defienda y hasta
asesine por ella.
Tal vez sea que el problema no está en el pensar y el
actuar, sino en los que ejercen el pensamiento y ejecutan la acción. La biblia
sigue siendo mal vista, pero deja reflexiones tan reales como: …Todos
se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. (Romanos 3:12)
¿Cuál es la
verdad? ¿Quién es el malo? ¿El de extrema derecha o el comunista? ¿El
socialista o el capitalista? Quizás sean éstas las preguntas clave para
descifrar por qué continúa la barbarie que vemos a diario y que coexiste bajo
la patética sombra de ideales caducos. Ideales que al analizar fríamente, tal
como establece acertadamente Alain de Benoist en su obra “Comunismo y Nazismo”:
“existe una casi completa identidad entre ambos. El nazismo y el comunismo son
hermanos que comparten el 95% de su ADN”.
Si analizamos la extrema derecha en América
latina encontramos personajes oscuros que llevaron como inspiración a Francisco Franco, Benito Mussolini y Adolfo
Hitler; otros personajes igual de oscuros. Tal es el caso de Augusto Pinochet y
Juan Domingo Perón; quienes sembraron el terror en suelo chileno y argentino,
respectivamente.
Durante los
tres gobiernos autoritarios de Perón, fueron habituales la represión, la censura
y todo tipo de atropellos orientados a crear un clima de terror para lograr su sueño:
una dictadura fascista en Argentina. Para esto se desarrolló un
grupo parapolicial de extrema derecha, la Alianza Anticomunista Argentina, conocida como “Triple A”; encargada
de llevar a cabo cientos de asesinatos contra guerrilleros y políticos de
izquierda durante la década del 70. Hoy en día se ha intentado desvincular de esta alianza al dictador, pero los
testimonios y pruebas terminan por confirmarlo.
Por su parte, tras derrocar a Salvador Allende con el Golpe de Estado del
11 de septiembre de 1973, Augusto
Pinochet inicia un período
de represión y dictadura militar con numerosas violaciones de los derechos
humanos y miles de ejecutados y desaparecidos. Escalofriante el expediente del
ex dictador, dónde se enumera y detalla las víctimas oficiales desaparecidas y
asesinadas. Realmente leer sobre niños de hasta 6 años ultimados por la
espalda, hela la sangre. La juventud fue la principal víctima de esta
dictadura.
En la otra
cara de la moneda, se vende como “mejor”, la figura del comunista Salvador
Allende; pero pronto nos desencantamos. Sin sentido de unidad nacional, Allende
advertía amenazador: "no soy Presidente de todos los chilenos"; a la
par que patrocinaba grupos armados para imponer su ideología asesinando -según testimonios-
a los que opinaban contrario. También usó la tortura con opositores pacíficos,
y los no tanto; tal como denunciaron los diputados democráticos al convocar a
las Fuerzas Armadas en 1973. Asimismo, en
su libro "The World Was Going Our Way", Vassili Mitrokin -ex jefe de la
KGB- revela que Allende recibía 50 mil dólares a cambio de información. Pero esto
no es todo, también creó mafias de
contrabando con Cuba y Bolivia; las cuales al sumarse con los fracasos en sus
políticas gubernamentales, llevaron al país al caos y terminaron por llevar a
Pinochet – apoyado por EEUU- al éxito.
El Comunismo
no era una flor. El campesinado ruso aceptó asociarse a los bolcheviques para
robar a los campesinos ricos. A la postre fueron despojados por sus “socios” y
éstos los masacraron.
En “El libro
negro del comunismo”, Stéphane Courtois reveló cifras escalofriantes: más de 93
millones de personas asesinadas por regímenes comunistas: 20 millones en la
Unión Soviética, 65 millones en la China de Mao, 2 millones en Camboya, otros 2
en Corea del Norte; 1.7 millones en África, 1.5 millones en Afganistán y 1
millón en Vietnam. Los nazis mataron a 23 millones de personas; cifra inferior
a las mencionadas, tal vez porque no tuvieron tiempo suficiente.
La realidad
es que no son tan distintos, aunque se echen tierrita. ¿Qué significa la sigla
nazi? Pues una abreviatura del nombre del partido nacional SOCIALISTA de Adolfo
Hitler; anticapitalista y antiliberal como los comunistas. Asesinos como los
que en nombre de un Dios, masacran pueblos y quieren imponer su mentira.
Alguien dijo: “hay que llevar la guerra hasta donde el enemigo la
lleve: a sus casas, a sus lugares de diversión; hacerla total. Hay que
impedirle que tenga un minuto de tranquilidad, un minuto de sosiego… atacarlo
donde quiera que se encuentre; hacerle sentir una fiera acosada por cada lugar
que transite”. Estas palabras fueron escritas en mayo de 1967 por Ernesto “Che”
Guevara, desde la selva boliviana. No podemos olvidar que ese “héroe” que
vendieron románticamente en el siglo XX, dirigió personalmente el proceso contra los representantes
del régimen depuesto en Cuba, condenando a muerte cerca de 4000 personas, entre
otras masacres.
Es bien
sabido que muchas de estas matanzas en América y otras partes del mundo, nacen
como respuesta al intervencionismo Norteamericano que financiaba hegemonías de
terror -entre otras, en Centro América- para combatir el comunismo. La respuesta de orgullo nacional ha sido de
sangre en los países que vencieron al capitalismo y comenzaron regímenes de
horror izquierdistas.
Quizás si
dejáramos de lado la mala maña de jugar al pasado y construyéramos un futuro
basado en ideales y acciones de verdadera igualdad y respeto; usando lo acertado
de toda doctrina, sin imponer nada a nadie, progresaríamos hacia un futuro prominente.
Hoy, por el contrario -al menos en Venezuela- aún jugamos
a La Guerra Fría.
Fernando Pinilla
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