Caricatura
agonizante. (Columna Trompo en la uña, diario La Región. (10/04/2016)
Decir que la caricatura de opinión está muriendo en
Venezuela puede parecer una exageración, pero si nos remitimos a los últimos
acontecimientos relacionados con esta profesión, vituperada en Venezuela, nos
damos cuenta que no parece tan absurda tal afirmación.
Tras el despido de Rayma Suprani de El Universal, la
despedida de Eduardo “Edo” Sanabria del diario El Mundo Economía y Negocios, la
muerte del maestro Pedro León Zapata, parecía que más nada podía sucederle a las
secciones de humor en las páginas de opinión de los diarios venezolanos. Sin
embargo no fue así, la reconversión, por presiones gubernamentales, del diario
Tal Cual a semanario limitaron en el impreso el trabajo de Roberto Weil,
recientemente la salida de circulación del diario El Carabobeño dejó por fuera
de la prensa a Gabriel Bozzone y como si ya no fuera suficiente calvario para
el gremio, Carlos Fonseca murió hace unas semanas dejando un vacío de lucha en
las páginas del diario Últimas Noticias. Para mayor calamidad, Nerio Alberto
Borges Bracho, mejor conocido como “Pam-chito”, caricaturista del diario
Notitarde de Valencia, decidió acompañar al maestro Fonseca en su travesía.
La caricatura de opinión es sin duda una gran damnificada de
los 17 años de revolución infructuosa, ignorante y dañina. Aunque por años el
oficialismo se ha jactado de apoyar el arte y la prensa la realidad es que
ambas se han visto ahogadas en revolución siendo asfixiadas y casi erradicas.
La caricatura, vínculo entre el arte y el periodismo, es un género de vieja data, desde el Antiguo Egipto, en la XVIII dinastía, fundamentalmente
en el periodo Amarniense, pasando por la Roma cristiana y la Grecia de
revolución filosófica. La caricatura ha sido protagonista como herramienta de
protesta, como género de información, libre pensamiento y libertad de
expresión. En su travesía ha permutado por el arte mayor como dan testimonio
Los caprichos, una serie de 80 grabados del pintor español Francisco de
Goya, que representa una sátira de la sociedad
española de finales del siglo XVIII y paralelamente en Holanda, con Cornelius
Dusart, primer primer cultivador de la sátira, por citar algunos ejemplos.
Sería la Revolución Francesa y el imperio napoleónico con
sus marcadas desigualdades sociales quienes impulsarían definitivamente y
darían identidad a la caricatura de opinión y política. Gracias al desarrollo de la xilografía y la litografía, y
a las convulsiones políticas que sacudían algunas naciones del viejo continente,
la caricatura se convirtió en un arma de protesta inteligente y accesible para
los pueblos hasta convertirse en símbolo inequívoco de lucha y denuncia, y
sello personal de cualquier diario que se respete. Acá no fue la excepción, Venezuela
tiene tradición en la caricatura de opinión, en 1786, a raíz del juicio de
“residencia” contra el gobernador de Caracas, Manuel González Torres de
Navarra, un dibujante no identificado añadiría al expediente una caricatura
considerada infantil, pero reveladora de la crítica del pueblo hacia el
funcionario siendo esta la primera prueba documentada del género en Venezuela.
El
general Páez, quien anteriormente fuera conocido como el León de Payara, fue
satirizado y reinterpretado como El rey de los Araguatos, con cuerpo de hombre,
piernas y cola de mono, luego que la insurrección contra José Tadeo Monagas
fuera detenida en un enfrentamiento en el sitio de Los Araguatos. Se trató de una caricatura publicada en 1848 y
firmada por Olegario Meneses y el sobrino de Páez, Carmelo Fernández, famoso
dibujante y artista quién se encontraba en el exilio en tierra colombiana. Fue
entonces que el género se consolidó como una manera de protesta contra quienes
ostentaban el poder en el país, aunque no se pudiera hacer de forma libre hasta
la caída de Guzmán Blanco.
Perseguida por todo régimen y tirano que se ha
erigido en estas tierras, la caricatura de opinión política ha sido siempre
victima de los atropellos que genera el dar con el dedo, o el lápiz, en la
llaga de la corrupción. Hoy, como en tiempos de las hegemonías andinas, la
dictadura de Gómez y la de Pérez Jiménez, la caricatura se encuentra en su
momento más débil. Luis Velásquez para Diario de Guayana, y este
servidor, son prácticamente los últimos diaristas del género ante el silencio de
muchos. Algunos, incluso, se quejan de la caricatura catalogándola como una “mamadera
de gallo” y adosándole responsabilidades que carece al ser un arma de
masificación de ideas y denuncias. Las
redes sociales ha servido para difundir las ideas de profesionales y
principiantes en la coyuntura actual, pero la falta de escuelas, medios y personas
capacitadas para evaluar hacen que tangamos una marejada de caricaturas, memes,
montajes pero de calidad muy baja debido a la falta de conocimiento.
Vivimos una etapa muy similar al oscurantismo histórico, como
se conoce al período comprendido en la Edad Media tras la
caída del imperio romano el cual se caracterizó por la no propagación de
cultura, conocimiento e ideas que sumieron en oscuridad a la mente humana,
imposibilitada por entonces de cuestionar los dogmas religiosos, prepararse
académicamente y simplemente ser críticos. El derecho a la libre expresión de
las ideas fue coartado, so pena de ser condenados por los Tribunales
de la Inquisición. La ignorancia, barbarie y anarquía definieron la
Edad Media haciéndose comunes, como hoy nos sucede cuando se enciende fuego a
un hombre vivo, más allá de su condición de delincuente y de la sabida
impunidad.
Es en ese contexto en que la caricatura de opinión y disciplinas cercanas a ésta languidecen, aun cuando abunden intentos de dibujos que simplemente sirven de catarsis para drenar la rabia contenida. La caricatura política muere en los pocos medios que sobreviven, algunos sin presupuesto para pagarla, otros sin papel para publicarlas. Se desprofesionaliza y baja la calidad como consecuencia mientras intentamos sobrevivir como una raza en peligro de extinción, nerviosa, desconfiada pero no por esto perdiendo su carácter rebelde y libre. Dibujaremos mientras nuestras manos no tengan impedimento y diremos las verdades duela al que le duela, porque nos pueden callar momentáneamente, pero las ideas no mueren.
Fernando Pinilla.
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