septiembre 10, 2012
Museo del Transporte
Museo del transporte (Columna Trompo En La Uña diario La Región 09 de septiembre de 2012)
Epa, Isidoro, buena broma que me echaste, el día que te marchaste sin acordarte de mi serenata… así inmortalizó Billo Frómeta, a uno de los personajes más emblemáticos de nuestra historia, Isidoro Cabrera González; aquel sencillo auriga o cochero, el último de Caracas que ejerció su profesión hasta el 29 de diciembre de 1963, cuando, como recitara el viejo Billo: “…Epa, Isidoro, por las calles de los cielos…” se marchara para siempre “sin decir adiós”.
Quizás este relato pasaría desapercibido, pues el tiempo borra los recuerdos buenos y cambia la piel de las personas y de las ciudades, en nuestro caso particular, de Caracas; de no ser por la mencionada canción del maestro José María y el trabajo de algunos lugares empeñados tercamente, en no dejar que los recuerdos mueran. Así en una de las salas del mágico museo del Transporte de Caracas José Guillermo Shael, duerme plácidamente el coche silencioso, modelo Victoria Ingles, que recorriera las calles de la perdida Caracas de los techos rojos, llevando a pasajeros anónimos y personalidades como Cipriano castro, Andrés Eloy Blanco y hasta José Gregorio Hernández.
Casi por accidente llegué a este Museo, no porque no supiera de su existencia, sino porque el frenético ritmo de nuestras vidas, muchas veces no nos permite ver por la ventanilla, y nos aleja de estas agradables sorpresas que está ahí escondidas. Ubicado silencioso (aún cuando alberga la potencia de los motores de nuestra historia) cerca de la avenida Francisco de Miranda y el Metro de Dos Caminos, abrió sus puertas en octubre de 1970, y desde entonces se convirtió en albacea de nuestras reminiscencias, vigilante celoso de las crónicas de aquel pasado glorioso de nuestro país, y es que, ya sea a pie, en mula o caballo, tren, autos y aviones; Venezuela era sinónimo de progreso.
Tras cruzar la entrada, en la que se pide una colaboración voluntaria, se mezcla la magia con la realidad, el pasado con el presente, el progreso con la decadencia de una fundación que lleva más de un año bajo la constante amenaza del Ministerio del Ambiente, quién desde enero de 2011 ha solicitado el cese del comodato que vence en 2018, pidiendo que se decrete una medida de secuestro sobre el terreno en donde ha funcionado desde hace 40 años el museo. El motivo: una ampliación del Parque del Este, aunque comentarios han hablado de algún complejo habitacional en la zona.
Aún con la precaria situación, ya que su principal inquilino cesó el pago de las mensualidades por orden del Ministerio del Ambiente, el museo sobrevive gracias a la voluntad de sus empleados y de todos aquellos que, tras cruzar sus puertas entienden su importancia y lamentan y repudian la triste realidad que vive. La muestra permanente es cuidada por manos voluntarias, pero aún así, como manifiestan varios empleados, muchos de sus vehículos viven la marca inequívoca del paso del tiempo, ante la mirada indiferente de las autoridades que no aportan para la conservación del patrimonio. Aún así, los jóvenes guías muestran compromiso en medio de las necesidades y apoyan a los visitantes.
Los domingos la sorpresa es doble. No conformes con deleitarnos con su colección de 104 carros, 12 locomotoras, aviones, carruajes, carretas y embarcaciones; en una jugada de creatividad y ganas de seguir educando a la ciudad, se usan los espacios de este hermoso museo para la realización de una feria de antigüedades, compuesta por puestos abarrotados de miles de objetos de colección, y algunos otros que ofrecen comida, con la finalidad de tenderle una mano al museo (Los expositores de la feria pagan un porcentaje por los puestos), y así de esta relación de perfecta simbiosis, ofrecer una alternativa para los caraqueños, un lugar de culto; como esos que añoramos de otros países, y que muchos no sabemos que tenemos acá mismo.
Es imposible entrar y salir con las manos vacías desde las 9:00 am hasta las 4:00pm un domingo, pero aún más difícil, es no dejar de admirar la muestra y las instalaciones del museo, que pide a gritos la mano de aquellos que entienden que la historia, no es sólo para usarla con fines políticos, sino para cuidarla, preservarla y encargarnos de que las generaciones futuras, puedan disfrutar de ella.
Pero la historia sólo es hurgada, pareciera, como un dato para alimentar la razón de algunos, y justificar la ambición de otros. Venezuela destaca a grandes trazos, por la poca visión de cuidar nuestro legado histórico sin fanatismos. El siglo XX vio desaparecer la mejor cara que tenía Caracas y las principales ciudades del país. El nuevo siglo no se ha escapado de eso, y se usa la historia para proselitismo con intereses mezquinos. No miramos el pasado de manera objetiva, y sólo lo vemos como parte de un plan de gobierno, cuando nuestra historia es más que pintar una fachada con dibujos alegóricos, que muestran una visión pobre de nosotros mismos.
La historia se usa para crear identidad y orgullo nacional, sentido de pertenecía y una visón critica y pluralista del pasado, para juzgar el presente y construir el futuro. La historia como la que alberga el Museo del Transporte, está para cultivarla, transmitirla y darle mayores dimensiones, no para amenazarla y acabar con la crónica nacional que alberga este espacio.
Pasear por los hermosos jardines de este oasis en medio del caos citadino, es una experiencia que todo caraqueño y venezolano debería experimentar, al menos, una vez en su vida. Admirar nuestra evolución, nuestra historia, desde un antiguo camión de helados criollos, aviones militares y hasta los coches como los de él nostálgico Isidoro, son un legado que se debe visitar, así como su esplendida biblioteca (sitios en extinción en el país) que está dispuesta para nuestra formación, para saciar nuestra curiosidad, y el deseo de encontrarnos con nosotros mismos en la perspectiva que hoy más que nunca necesitamos.
Si mis sugerencias sirven: no dejen de visitarlo.
Fernando Pinilla
Muy buen recorrido que nos das por ese hermoso lugar... Gracias por dedicar estas palabras y así apoyar algo que mondaba morir JAMAS
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