Sin espacio para el humor (Columna Trompo En La Uña, 29/09/2013)
El pasado lunes 23 de septiembre tuve la fortuna de inaugurar mi cuarta exposición individual que lleva por nombre “Pinilla a la carta”, en los espacios del restaurant Wok and Roll en Los palos grandes. Uso la palabra fortuna porque ciertamente fue eso. A diferencia de mis otras tres exposiciones, Los teques (2010), UCV (2011) y la itinerante por las plazas de Chacao (2012); es la primera vez que me cuesta tanto montar dicha exposición. Por lo general los patrocinantes sobran y espacios, gracias a Dios, tampoco han faltado. Sin embargo, esta vez, la cosa no fue similar, como lo comenté en dos entrevistas por radio el mismo día.
El gran problema, increíblemente era el miedo de muchos
espacios destinados al arte, en cualquiera de sus vertientes, a mostrar la
caricatura crítica. Esta vez me enfrenté a un pánico visceral, un miedo que no
daba espacio a la duda. La caricatura no se puede exhibir por pánico a las
represarías de un gobierno enemigo de la crítica, de la punzante denuncia que
hace un dibujo con una mancheta. La caricatura, como en tiempos de Juan Vicente
Gómez, no es bien recibida en muchos espacios por temor a ser afectados por
alguna simple denuncia que no guste al gobierno.
Cuando hace un par de meses el gobernador Henrique Capriles
me honraba con la orden Leoncio Martínez “Leo”, no dejé de meditar sobre quién
era este insigne venezolano. Martínez, al igual que yo, y salvando las
distancias que me divergen de semejante personaje; amaba la comunicación, en
cualquier modalidad. Inquieto por naturaleza fue publicista, periodista,
compositor musical; pero sobre todo y ante todo, como él lo resaltaba,
humorista gráfico. Con sus caricaturas criticó la dura mano de hierro que Gómez
usaba para aplastar a sus compatriotas y más a sus enemigos políticos. En
aquellos días de terror, Martínez terminó en más de una ocasión confinado en La
Rotunda junto a Francisco Pimentel “Job Pin”, otro gran caricaturista al igual
que Martínez; perseguidos por el simple hecho de generar crítica, de no callar,
de jamás soslayarse de su responsabilidad ciudadana de pensar, de analizar y no
ser conforme ante las situaciones que sufría el país.
Gran ejemplo ha sido para mí Leoncio Martínez “Leo”. Un ejemplo de creatividad,
de temple, de compromiso, pero sobre todo de venezonalidad. Hoy cuando las
personas agachan la cabeza y buscan conformes su kilo de leche y lo pelean con
su vecino, recuerdo más la templanza de aquel que prefirió estar preso que
callar. Eligió perder sus derechos en manos de un gobierno que no dista de
este, a ser partícipe ni cómplice con su silencio de las barbaridades que los
gobiernos dictatoriales, siempre de delirios mesiánicos, cometen.
“Pinilla a la carta”, aunque paradójicamente no es una
muestra 100% crítica y por el contrario es una exposición variada de mi trabajo
en la prensa nacional y regional, es una humilde heredera de la lucha de
Martínez “Leo”. Hoy cuando vemos mojigatos personajes políticos que pelean por
sus parcelas de comodidad política, hoy cuando muchas galerías cierran las
puertas a la crítica por miedo; cuando los propios restaurantes dispuestos a
exponer caricaturas se vetan a sí mismos como hacen los medios de comunicación
por miedo de recibir alguna reprimenda, es vital recordar a los venezolanos que
lucharon por legarnos un país libre, que ahora, tantos años después, vemos
perderlo entre la mentira, la promesa incumplida, la demagogia y el populismo.
Mientras canales como Globovisión muten de bastiones de la
información y la opinión a simples canales de entrenamiento, caminamos por los
oscuros senderos de la opresión. Mientras medios de comunicación, galerías,
restaurantes, personas simplemente opten por silenciarse voluntariamente, damos
entrada libre al comunismo que tanto se ha temido, a la dictadura que venimos
denunciando, disfrazada de leyes, pero enemiga del pluralismo, de la libertad
de expresión y en la búsqueda de imponer un modelo único para el pueblo: el
miedo que engendra miseria.
Inaugurar mi exposición de caricaturas me permitió entender
ese miedo que ahora nos arropa, nos ahoga, asfixiando nuestras críticas,
constitucional y moralmente permitidas.
No podemos vivir en democracia cuando el humor que tolera el gobierno es el que
se burla de Capriles únicamente. Pseudo humor gráfico que vemos en páginas como
La Iguana o en pasquines informativos del régimen como Ciudad “Ficticia” CCS.
Laureano Márquez en las palabras que escribió para mi exposición en la
Biblioteca Central de la UCV, dejó descrita la importancia del humor en los
tiempos oscuros como los que vivimos: “El
humor surge siempre con fuerza, cuando la arbitrariedad del poder nos agobia,
porque el humor es el patio de recreo de la libertad”. Lo creo y así lo vivo. Cuando
no podemos reír estamos jodidos. Si el gobierno no acepta la crítica que un
lápiz dibuja en un papel, entonces, caminamos inequívocamente por una dictadura
represiva como tantas que han odiado la caricatura.
Aunque siempre
los políticos han querido signar el estilo del humor, desde la caída de Pérez
Jiménez, no vivíamos tiempos tan sensibles en cuanto a la libertad de expresión
y el derecho a ejercer críticas. Mi profesor, Carlos Galindo “Sancho”, gran
caricaturista de la prensa nacional, y hoy, luego de luchar mil batallas por la
libertad de expresión convertido al oficialismo, solía narrarme una anécdota de
la cuarta.
Durante el gobierno de CAP, Sancho lo representó de una forma que no
agradó al entonces presidente. Este, lo invitó a Miraflores a almorzar, tiempo
que aprovecho el primer mandatario para reclamar haber sido dibujado de aquella
manera. Sancho le preguntó: ¿En alguna foto sale usted así? a lo que CAP
contestó obviamente que no. Entonces sólo es una caricatura que representa un
tema de interés, sólo eso. CAP entendió y todo el tema quedó ahí. Me pregunto:
¿habría reaccionado de igual forma el difunto o Nicolás?
Callarnos es
permitir que la sombra cubra el país.
Fernando Pinilla