Entre pantomimas, arengas vacías y mucha mentira, el 2014 es el año más duro que nos ha tocado vivir en la cuna del libertador. Estas sencillas caricaturas publicadas en los diarios La Voz y La Región, son el reflejo del día día de aquellos que nos toca vivir la realidad tras la farsa de una revolución estéril.
Un poco de mi trabajo diario en prensa, libros, proyectos personales y demás locuras de mi incansable mente. iidisfrútenlo!!
enero 27, 2014
¿Dónde está la oposición?
¿Dónde está la
oposición? (Columna Trompo en la uña, diario La Región 26/01/2014)
¿Dónde está la oposición? Creo es la pregunta que se hacen
millones de venezolanos en este momento. El país, como se vaticinó, y no se
tenía que ser vidente ni una eminencia en economía, está pasando por el
resultado de una inflación galopante que nos aplasta con su obesidad exagerada.
El año pasado fue un caos, y este que comenzó empeora, pero ha tomado nuevos
rumbos convenientes para seguir tapando las realidades del país. La muerte de
Mónica Spear, lamentablemente, se convirtió, momentáneamente, en una excusa
para arengar, gritar, debatir sobre futilidades y más. ¿Leonardo Padrón y sus teleculebrones de poca
monta (es mejor escritor y entrevistador) son los culpables de las 21.692
muertes, oficiales, que se registraron en el país el año pasado? ¿Es Tabú, de
Natgeo, culpable alternativo de la violencia venezolana, como denuncia un señor
sin ética ni moral, llamado William Ojeda? Caer en este debate es hacer juego a
la pantomima gubernamental liderada por un Nicolás, quién descaradamente ha
usado el tema real de la violencia, como una nueva campaña oficialista sin
ninguna relevancia ni finalidad. Las nuevas tasas oficiales del dólar, es
quizás el único trasfondo de esta cortina que le ha venido como anillo al dedo.
¿Dónde está la oposición?
Cuando la tan anticipada, lógica y obvia devaluación llegó enmascarada
tras el revolcón a CADIVI y las tasas de dólar. ¿Dónde está la oposición? Alguna rueda de prensa, alguna declaración
aislada y estéril, y de resto, los que están en sus cargos recién electos,
silentes, trabajando en medio de una realidad que no da para realmente hacer
nada. Pero cada quién cuida su parcela, cada quién está pendiente de sus
asuntos, de la pantalla, de tirar físico para las ruedas de prensa, si es que las
dan. Mientras tanto, el país continúa con su rumbo, con las metidas de pata
hasta el fondo de los inquilinos de Miraflores, con la inflación, escasez,
carencia de poder adquisitivo, inseguridad, falta de producción, insuficiencia
de dólares para comprar materia prima, y productos faltantes en el país.
Ver como siguen hablando pistoladas todos los personeros del
gobierno, es sencillamente entender que estamos solos en Venezuela. Lo he dicho
anteriormente en este mismo espacio; sería tan sencillo desenmascarar la burla
gubernamental si contáramos con una oposición que buscara más servicio al país
antes que figurar para los flashes. Sería más fácil si existiera un liderazgo
fuerte, más sincero, más transparente; pero acá todo el mundo tiene rabo e´paja
y convenientemente callan luego de
recibir su tajada. Adecuadamente parece que se cae en un down pasada cualquier elección
y se entra en una zona de comodidad que hace olvidar, a los servidores
públicos, nuestras realidades. Nos falta un liderazgo efectivo.
Los venezolanos necesitamos madurar para poder superar esta
situación. Estamos ante un pueblo que acepta semejante tipo de gobierno y lo
legitiman tras cada elección, por mucho o poco margen.
Definitivamente, tanto
el gobierno, como la oposición, son el reflejo de una sociedad extraviada en
sus miserias, en una mentalidad
disociada de la realidad, carente de sentido común y de pertenencia. Si
algo he denunciado, reiterativamente, es la misma pregunta de siempre: ¿A quién
le duele el país? Ver actuar tan oficialista a la oposición y que aceptemos pausadamente
semejante aberración, es una muestra de la falta de conciencia, de la falta de
amor por Venezuela. ¿Quién acepta que se le miente la madre? ¿Quién acepta que
se le miente el país? Acá, muchos.
La realidad abrasiva y corrosiva continúa su efecto dominó
sobre el pueblo, mientras nuestro líderes, o están haciendo una fiesta con la
violencia, sin tomar medidas desde la raíz del problema, o simplemente están
callando conscientemente porque la realidad es una: la crisis afecta únicamente
al empleado, al del quince y último, a aquellos a quienes el difunto llamaba “el
soberano”, aquellos quienes supuestamente deben mandar, pero ni en su casa lo
hacen, porque sencillamente, ni casa tienen los venezolanos con estos precios
absurdos hasta para alquilar una habitación.
El país es una olla hirviente de sancocho. Somos un caldo
espeso de menudencias que, finalmente, no son más que eso. En el calor de dicha
olla nos estamos desmenuzando poco a poco y perdemos nuestra forma, nuestra
esencia. Pero de tanto hervir también nos secamos esperando por liderazgo, por
uno que no llega, porque sobran politiqueros, pero faltan líderes y servidores.
Nos secamos viendo como nuestro dinero se convierte en la sal de dicha sopa, en
nada, porque semanalmente Nicolás y sus estériles medidas lo diluyen en su
verborrea sin sentido, en su infame y descarada postura ante nuestra realidad.
El país, a ellos y otros también, poco les importa.
Hoy la realidad es
que el bolívar vale menos de lo que ya valía, y eso es decir bastante. Si
alguien lo duda, acérquese a Cúcuta o Maicao y entenderá que el “bolívar
fuerte” dejó de hacer ejercicios y le creció el mondongo. Nuestra realidad es que Nicolás liquidó el
aumento del salario mínimo “disimuladamente” ante el silencio de nuestros
“líderes” opositores que aceptan la payasada de los precios justos, de la
cruzada contra la corrupción y la batalla contra la violencia, siendo desde
Miraflores el teatro de operaciones de los más variados programas de ofensas y
vulgaridades. ¿Se olvidaron de La
Hojilla, Los papeles de Mandinga o Cayendo y Corriendo, entre otros? ¿Quién se
olvida de Pedro Carreño en plena sesión de la asamblea (televisada por un canal
oficial) llamando “marico” a Capriles?
Pero no hay oposición, acá solo las viejitas y las mujeres
se visten de héroes y enfrentan a los abusadores del gobierno y a aquellos que
se hacen llamar autoridades, pero son unos hampones. Acá sólo los medios publican la realidad y
somos vituperados por decir la verdad, sancionados de todas las maneras
posibles, incluyendo la carencia de papel periódico para publicar nuestras
realidades.
¿Dónde está la oposición? Seguramente esperando la próxima
jornada electoral.
Fernando Pinilla
enero 13, 2014
Venezuela = muerte y violencia
Venezuela = muerte y violencia (Columna Trompo en la uña, diario La Región 12/01/2014)
La muerte de Mónica Spear y de su esposo, víctimas de
la inseguridad, indignó a un país que reaccionó ante una realidad latente. En
las redes sociales se sintió el clamor de un pueblo lacerado que suplicaba por
paz, pero que al mismo tiempo, temblando de impotencia, exigía la respuesta de
un gobierno que, como el anterior, cierra los ojos ante la realidad de un país
violento, cuya bandera está teñida con la sangre de miles de venezolanos.
Las posiciones estaban divididas. En la red social
twitter, Winston Vallenilla pedía no politizar la muerte de la actriz y de su
esposo en la ARC, a manos de delincuentes.
El debate se calentó, porque se trataba de una figura pública, quién llevaba
a la realidad a aquellos que cierran los ojos a la realidad; la muerte está a
la vuelta de la esquina en Venezuela. Agazapada y a hurtadillas, espera al
acecho a cualquiera que se cruce por su camino, famoso o no tan famoso, para
cobrarles la vida. El problema es que no terminamos de entender y aceptar que
vivimos en un país en el que reina el caos, porque las medidas que se toman son
superficiales y no solucionan el flagelo de la inseguridad, así como tampoco
acaban con la inflación y escasez. La radiografía dice que el problema es
profundo y con fomentos y ungüentos no se puede sanar algo que está arraigado
en las bases de la nación.
La muerte de Mónica Spears
es la punta del iceberg de una mal que late con vida propia y que no hasido frenado con verdaderas políticas sociales, con
el aumento de oportunidades reales de estudio, trabajo y una economía que
invite a trabajar, crear y producir.
Carentes de oportunidades y en medio de un país politizado, dividido por
un discurso violento desde la silla presidencial, la inseguridad y el hampa han
crecido en su presencia en nuestras calles.
21.692 Mónicas
Spears (muertes violentas) se registraron el año pasado, el problema es que son
invisibles para el gobierno y para nosotros, muchas veces. 72 homicidios por
cada 100.000 habitantes fue la tasa que nos convierte en el país más violento
del continente. Venezuela triplica a países como Colombia o
Brasil en su tasa de mortalidad por homicidios, aunque su cifra sea la misma
que la de México, con la pequeña diferencia que la nación azteca tiene 120
millones de habitantes y Venezuela, sólo 29.
Desde la asunción de la revolución, se han puesto en marcha cerca de
21 planes para combatir la violencia, pero además de gastar un dineral en
propaganda política, no se ha generado un cambio real. Como menciono arriba, no
se puede combatir la inseguridad únicamente con presencia policial en las
calles, mientras que el país no ofrezca oportunidades ni mejore su condición
social, cada día más deteriorada. Es como usar paraguas dentro de la casa, pero
con el techo agujereado por todas partes.
El problema es que los venezolanos, sin importar el color político de
su preferencia, callan y aceptan que la nación se convierta en una selva indómita,
inaccesible e insegura. En
1999 se registraron 5.968 homicidios y
la tasa se consideraba alarmante. La revolución pensaba llegar para aplacar
estos índices hostiles que en 2011 llegaron a la escalofriante cifra de 19.336
muertes violentas, y el pasado 2013, a las 21.692, mencionadas arriba. La
violencia se ha disparado en más de un 240% los últimos 15 años según las
cifras que comprobó el Observatorio Venezolano de Violencia. Más de 180.000 asesinatos han ocurrido desde 1999 en Venezuela y la cifra sigue
creciendo. Sin embargo, el gobierno acaba de descubrir la violencia y ya parece
inventará otro plan seguridad. ¿Y la misión A Toda Vida?
El caso de
Mónica Spear encendió las alarmas de un mal que el gobierno ha buscado
silenciar, aplicando censura a los medios que denuncien la mortandad, a la que
normalmente el ministerio público da la espalda dejando impune la gran mayoría.
El caso de la ex miss se mueve rápido, pero, ¿y el resto de venezolanos?
La gran
conclusión a todo esto dice que en materia de inseguridad, como en el resto, el
gobierno está reprobado, y esto no es
politizar la muerte de la actriz y ex miss, sino sencillamente adosarles a los
responsables su cuota de culpabilidad. Los venezolanos no podemos cerrar los
ojos ante la realidad. Lo hacemos ante la escasez de papel tualé y de leche, lo
hacemos ante la inflación y la burla de un gobierno que aumenta en 278 Bs un
salario mínimo que no alcanza ni para comprar un pantalón, y casi nos condena a
usar, como nuestros antepasados, tapa rabos. Callar y cerrar los ojos no cambia
la situación. Justificar nuestro drama diario en nombre de la quimera de la
revolución, de una igualdad y de un respeto que no termina de llegar, no nos
devolverá a esas más de 180.000 vidas perdidas en mano
de la violencia. Basta de pasividad y conformismo.
Venezuela agoniza cada día porque las balas del hampa
nos matan y la indiferencia del gobierno nos deja morir lentamente, casi de
manera sádica esperando no ser el próximo número que aumente las cifras
oficiales. Aunque esta sea una nación 100% religiosa, no se justifica que
nuestra única esperanza esté cifrada en un milagro que venga de lo alto que nos
permita volver a casa cuando salimos, o cuando uno de nuestros seres queridos
se ausenta por algunas horas. Venezuela debe entender que Mónica Spears puede
ser cualquiera de nosotros, de nuestras familias, de nuestras amistades.
Nuestra solidaridad debe ser con los venezolanos y exigir a los responsables de
la paz y de la estabilidad que se tomen las medidas preventivas desde la raíz
del problema y en todos los niveles. No podemos aceptar más que los números sigan
creciendo, esperando a una nueva víctima famosa, para entonces sí reaccionar.
Fernando Pinilla
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