Inseguridad desatada (Columna Trompo En La Uña, diario La Región, 19 de mayo de 2013)
El pasado martes
14 de mayo, mi novia tuvo una “sensación de inseguridad” cuando un malandro en
una moto, la robó en la vía que conduce hacia El Faro, en San Antonio de los
Altos. Gracias a Dios, las cosas no pasaron de un celular (hoy toda una joya
con la devaluación) algunos papeles y un gran susto. Sin embargo, otros
venezolanos no corren la misma suerte de Dayana, por el contrario, esa
sensación es tan distinta para algunos que no les roban objetos personales;
sino la propia vida.
3.400 víctimas de
homicidio es la cifra oficial en estas 12 semanas que han transcurrido de 2013,
información suministrada por el ministro de Interior y Justicia, Néstor
Reverol. Según publicó el diario La Voz, Venezuela registró un total de 16.000
homicidios en 2012, que representan una tasa de 54 asesinatos por cada 100.000
habitantes y casi un 14% más que el año previo, según cifras divulgadas por el
gobierno. Sin embargo, la organización Observatorio Venezolano de Violencia
(OVV) sostiene que el año pasado se registraron 21.000 asesinatos, lo que eleva
la tasa a 73 muertes por cada 100.000 habitantes, según cifras extraoficiales
citadas en su informe de 2012.
Si los números
oficiales son los correctos y los de OVV son falsos, independientemente, Caracas, la capital, por sólo citar un ejemplo, sería
la cuarta ciudad más peligrosa del mundo después de Ciudad Juárez en México,
Kandahar en Afganistán y San Pedro Sula en Honduras; dato corroborado en un
estudio reciente presentado por el grupo activista mexicano Seguridad, Justicia
y Paz.
Lo preocupante es que, más allá de mirar los números, la realidad de las
personas de a pié que no son números en gráficos ni papeles, ni cifras escuetas
en informes, es alarmante. El miedo se respira en cada esquina venezolana, no
importa quién sea el gobernador o alcalde. Y digo esto, puesto que, desde el
gobierno se ha querido vender la idea de culpar a los gobernadores opositores,
sobre todo el caso de Capriles, como culpable de la violencia nacional. Sin
embargo, nada más lejos de la realidad. Intentar desligarse de la
responsabilidad, como gobierno nacional y querer achacárselo a otros, es
egoísta e irresponsable. No es la primera vez. A principios de este año, el
actual presidente, reiteró lo que ya había insinuado el finado presidente. “El
imperio” nuevamente carga la culpa, por sus series y películas. Estamos ante un
gobierno imprudente, desvergonzado; capaz de mentir y buscar excusas, hasta más
no poder, con tal de justificar que, luego de 14 años de revolución, tenemos un
país menos seguro en todo sentido.
"Sucre y Baruta son
los municipios más inseguros del país, son comunidades que les temen a los
funcionarios policiales", explicó Maduro, quién acaba de lanzar un nuevo
plan de seguridad, como tantos que se han lanzado en los últimos 14 años. Unos
3 mil militares y policías comenzaron a desplegarse en Caracas, sobre todo en
zonas pertenecientes al estado de Miranda, como parte de un plan para combatir
la inseguridad. Ciertamente los municipios del Estado Miranda son complejos.
Hay que recordar que en Sucre, Baruta y la propia Guaicaipuro, existen los
cordones marginales más grandes de Venezuela (desde hace más de 20 años), sin
olvidar por eso el peligro que se respira en todo el Municipio Libertador, igualmente.
El problema no es dividido, es en conjunto. Ese ha sido el gran fracaso del
gobierno socialista, esa es la espada de Damocles que pende sobre la cabeza del
gobierno.
Los problemas de índole nacional no se combaten con
exclusión, saboteando a los cuerpos policiales que no sean rojos y con la poca
calidad de vida que se le ofrece a todos los funcionarios policiales. Ser
policía de dónde sea, en Venezuela, es exponer la vida por una miseria (van 32
funcionarios asesinados en La Gran Caracas en lo que va de año) por lo que el
estándar para la elección de oficiales es bajo y, al mismo, tiempo
comprensible. Por esto último, la mayoría de los propios efectivos dan más
miedo que los mismos malandros. Sin olvidar que, muchas veces los propios
oficiales se ven involucrados en actos delictivos.
Realmente es poco lo que se hace. Es un intento desesperado
lanzar a los militares a la calle a lidiar con ciudadanos, para lo que no están
entrenados ni preparados. El problema de la inseguridad que, pareciera no
contar en sus números a los robos, no sólo es un asunto policial sino de
políticas de Estado. Con la devaluación, la reducción del poder adquisitivo, la
falta de oportunidades verdaderas de estudio para luego poder ejercer lo
aprendido; motivado esto último a la falta de inversión extranjera y nacional
son algunos de los problemas que se deben combatir en conjunto.
A esto debemos agregar la carencia de un sistema penal que,
no sólo encierre a los criminales, sino que les ofrezca dentro de su sistema,
una verdadera regeneración para la reinserción a un mercado que brinde
oportunidades para cambiar el mundo delictivo, por uno de legalidad. Sin
embargo, esto no existe en Venezuela. Estamos ante un país que se tambalea
diariamente y se debate entre realidades que atentan contra los ciudadanos. Un
país sin oportunidades, es más propenso a la delincuencia.
En los últimos 14 años los voceros del gobierno se han
dedicado a acostumbrar al pueblo al paternalismo, a depender de las migajas y a
creer que la pobreza se debe cultivar, pues la riqueza es mala. Sencillamente
han desatado una masa popular sin más expectativas que sobrevivir.
Si con todo lo dicho, no olvidamos que ha sido el propio
gobierno quién ha dotado de armamento a los colectivos, los cuales están fuera
de control, tal como me comentó una joven de El 23 de Enero, podremos apreciar
un panorama más real y claro de eso que
“la defensora” del pueblo, llamó “Sensación de inseguridad”.
Necesitamos revolucionar nuestra sociedad verdaderamente, sacudirla, porque esta sensación nos está robando y matando.
Fernando Pinilla
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