El que tenga ojos… (Columna Trompo en la uña, diario La Región 07/04/2014)
No deja de llamar la atención cómo hemos perdido la
capacidad de crítica en el país. Y no es que esto sea algo nuevo, pero parece
que todos nos conformamos con las miserias que nos toca vivir, sin poner
resistencia. Sencillamente nos relajamos y seguimos siendo parte del mismo circo
diario.
El día a día se ha tornado en una guerra de comentarios. Por
un lado, están los que defienden al gobierno y ven en cada queja o reclamo un
ejemplo de intolerancia fascista de la derecha, y por el otro, están los que se
quejan en las colas y gritan las injusticias en un país devaluado, aunque
algunos, increíblemente no lo quieran reconocer.
Siempre digo que acá ya no es cuestión de escuálido y
chavistas, de si me gusta o no me gusta el gobierno. Acá es cuestión de
analizar sin pasiones desenfrenadas nuestra propia cotidianidad y entonces sí,
sacar conclusiones.
Por ejemplo. En estos días necesité comprar cemento en San
Antonio de los altos para unas remodelaciones en la casa, me dirigí a la
ferretería de la esquina en la que, durante más de veinte años, mi familia
sencillamente se acercaba y compraban la cantidad de cemento que se necesitara.
Sin embargo, en la actualidad, el cemento no aparece por ninguna parte. A las
ferreterías, como me dijeron en varias, hace más de ocho meses que no llega y
si llega se ha propiciado un negocio de listas, colas y hasta obligarte a
comprar otros materiales para vendértelo. Entonces me pregunto, puesto que,
cada vez que se habla de desabastecimiento en el país, se culpa a la empresa
privada y a la derecha rancia y apátrida de no tener papel tualé para
limpiarnos el c…, ¿Quién maneja el cemento nacional? ¿María Corina Machado o
Barack Obama? La respuesta es una: el gobierno.
Desde noviembre de 2012 Cemex (Compañía Cementos Mexicanos)
le dio luz verde al gobierno, tras este absorber a la empresa “manita”, para la
producción y abastecimiento de cemento en el país. Entonces el drama comenzó,
el mismo de los productos expropiados y manejados por el ejecutivo nacional:
aceite, leche, carne, café, papel, etc. En el pasado no muy lejano, Vencemos, la
marca insignia del cemento nacional, tenía hasta tipo exportación. Hoy
exportamos es lástima, porque para nosotros no alcanza la producción. Lo poco
que se produce se destina, supuestamente, a la Misión Vivienda.
El caso del cemento es el mismo que sufrimos en todo el
territorio nacional con el gas. En nuestros Altos Mirandinos el drama, no sólo
en los barrios, sino en las urbanizaciones es idéntico. Es increíble que en
pleno siglo XXI aun dependamos de las bombonas, y no haya en todas partes gas
directo. Pero lo más grave sea que aceptemos que esto suceda y hasta excusemos
a los responsables. ¿Quién maneja el gas nacional? ¿Leopoldo López o Álvaro Uribe?
¡No!, la respuesta es una: el gobierno.
En 2007 arrancó la
intervención de las envasadoras y distribuidoras de gas doméstico Vengas y
Tropigas, las cuales pasaron a manos de la estatal PDVSA y su filial, PDVSA
GAS, quienes, hasta el sol de hoy, no han podido satisfacer la demanda, y esto
no es culpa de Lorenzo Mendoza y Empresas Polar que sabotean al gobierno, esta
es la propia incapacidad de aquellos que no recuerdan el viejo refrán que reza:
“el que mucho abarca, poco aprieta”. La realidad es que a PDVSA GAS se le llama
para solicitar dicho servicio, pero pueden pasar más de cuatro meses, caso de
vecinos en San Antonio de los Altos, quienes agotan las llamadas y reclamos sin
recibir respuesta. Pero si hay ferreterías que tienen 8, OCHO meses (en
guarismos y letras), sin ver el cemento, es normal entonces no ver sino gas lacrimógeno,
porque finalmente, es el único gas que ven algunos venezolanos.
¿Esto
le preocupa al gobierno? Seamos realistas, no. Cuando el ministro de
Alimentación, Félix Osorio, esgrime una aseveración tan baja como: "Aquí se hace cola para
todo. Para ir a conciertos, al cine, al banco, pero critican las colas para
comprar alimentos", es poco lo que se puede esperar en materia de
respuestas, y preocupa la aceptación de alguno sectores de dicha vejación a
nuestros derechos, a nuestra integridad. Así mismo el ministro de Educación,
Héctor Rodríguez, aseveró que: "No es que vamos a sacar a la gente de la
pobreza para llevarla a la clase media, para que después aspiren a ser
escuálidos". ¿Qué es eso? ¿Qué clase de ministro es aquel que,
públicamente incita a la xenofobia, a la división, pero aun más grave, reitera
su compromiso en mantener la pobreza e ignorancia como mecanismo de dominio
político?
¿Se necesita más pruebas para concluir que no estamos bien?
El
problema es que hay venezolanos que sencillamente cierran los ojos a estos
abusos y continúan la tesis del golpe de estado, del saboteo económico de la
empresa privada, de la mano peluda gringa que busca desestabilizar lo que de
por sí, ya está desestabilizado. ¿O piensan que Corpoelec en manos de Jesse
Chacón, las cárceles en manos de Iris Varela, necesitan que alguien más los
desestabilice? ¿Cuál mejora hay en el sector eléctrico o las cárceles? ¿Alguna
cárcel nueva? ¿Mejoró la vida del recluso? La respuesta es no.
Pero
si lo que queremos es defender este desastre porque no me cae María Corina,
Leopoldo o Capriles, entonces podemos concluir que tenemos poco amor propio, y
por ende, poco amor por Venezuela. Esto escapa lo meramente político, esto
rebasa el límite de gustos por colores o por supuestos ideales. Esto se traduce
en supervivencia, nuestra subsistencia. 15 años son muchos para un gobierno.
Jamás habíamos enfrentado una crisis tan severa, y el país nos necesita unidos
para salir del atolladero en el que nos tienen, porque acá lo único que parece
que “no volverá”, es la abundancia y nuestra calidad de vida. Por ahora.
Fernando Pinilla
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