El “Mineirazo” los desnudó. (Columna Trompo en la uña, diario La Región 13/07/2014)
Pan y circo.
Aquella vieja máxima romana, tan de moda en este gobierno por quince años, es
la misma que usan todos los regímenes de izquierda o que aspiran a ser como
alguno de los de antaño. El mundial de Brasil se apaga, y queda, más allá de
las anécdotas del futbol, el rostro que el gobierno brasilero ha querido tapar
usando a la “canarinha” como máscara. Este mundial parecía tener un lema: o
somos campeones o esta vaina se hunde. Alemania y sus siete goles los hundió.
Brasil, históricamente,
no ha podido gozar de paz plena y ha visto subir y bajar presidentes, dictaduras
y hasta monarquías con una facilidad pasmosa. En ese escenario el fútbol
siempre ha sido un opio para las masas, suerte de somnífero político.
Los desmanes de
las protestas en Brasil luego de la debacle ante Alemania se arrastraba como
cadenas desde antes de la copa Confederaciones 2013. Hastiados de la debacle,
el pueblo había rechazado al fútbol como solución a la severa crisis económica
y de seguridad que vive el gigante del sur, y manifestaba su oposición, no al
deporte, entiéndase bien, sino a la continuidad de modelos populistas baratos
que buscan su enriquecimiento a costillas de las carencias del vulgo.
Como la copa
América de Venezuela o el circo de los juegos de Playa en Vargas, estos
gobiernos creen que así disfrazan la realidad. Como nos sucediera en la cita
continental, Brasil no entregó las obras a tiempo, la mayoría de los
proyectos quedaron inconclusos y con severas fallas. Quizás el caso más fresco
(por suceder durante el mundial) fue la del viaducto que terminó por
desplomarse cayendo encima de un bus y dejando cerca de dos fallecidos y
diecinueve heridos en la ciudad de Belo Horizonte. ¿Y el dinero? La
respuesta la dio el ex astro del fútbol, Romario, quién ahora diputado tildó a
la FIFA y al gobierno de “ladrones” y de enriquecerse de la ignorancia y
pasividad del pueblo. ¿Les parece conocido? El otrora goleador, denunció que
los estadios presentaban filtraciones, falta de internet y aire acondicionado.
Es
una realidad que tanto Lula, como su hija política, Dilma, se han visto
inmersos en escándalos por un mundial que, más que beneficios, ha traído
pérdidas a la nación. Existen obras sobrevaloradas lo que ha disparado las
alarmas y que sólo la pasión por los goles pareció apaciguarlas momentáneamente.
El Estadio Amazonía de Manaos, necesitó 32 millones de Euros por encima de lo
presupuestado; Mané Garrincha, 111 millones más de los presupuestado, entre
otros excesos que han hecho al gobierno enfrentar escándalos que han degenerado
en violencia, y que parecía sólo una copa FIFA en la vitrina calmaría y
permitiría a Dilma su reelección. Siete goles abrieron la caja de Pandora.
Ciertamente el
ambiente futbolero, tan amado por mí, se sintió turbio. Jamás había presenciado
la necesidad de ver a un país campeón del mundo. Que un gobierno arreara un
equipo como lo hizo, sólo puede compararse a la anécdota del mundial de Italia
1934, cuando Benito Mussolini le escribiera a Don
Vittorio Pozzo, entrenador de la selección azzurra: "Señor Pozzo, usted es
el único responsable del éxito, pero que Dios lo ayude si llega a
fracasar". Cuentan los cronistas que aquellas cortas pero sinceras
palabras fueron suficientes para motivar al combinado italiano para hacerse con
la copa y demostrar que Italia era potencia.
En
el escenario que vive Brasil no se puede hablar de juego comprados, pero las
ayudas arbitrales fueron evidentes desde
el primer penalti regalado contra Croacia, pasando por la suavidad a las
agresiones “verde-amárelas” y la severidad contra sus rivales. La política se
siente en Brasil y buscaba usar el deporte rey como comodín presidencial y mina
de oro para los involucrados.
Brasil
lució desaforada, fuera de sí, era una necesidad ser campeones para sanar
heridas, para utilizar el trofeo como bálsamo económico. La CBF,
fuera de sí, con abogados, pidió que se le anulara la tarjeta amarilla a Thiago
Silva, algo sin precedentes. ¿Se debía anular entonces el gol que le regaló el
árbitro japonés contra Croacia? ¿Y los favores a lo largo del campeonato? Brasil jugaba mal fútbol, pero disimulaba con pírricas
victorias una crisis nacional en las que las verdades se querían callar. La
enfermera que grabó a Neymar en la camilla, fue despedida; los medios se les
silenció para no informar sobre la mafia de la reventa de entradas de menos de
cien dólares a más de 2000, así como los robos a hinchas en las calles de sus
boletas. En semejante escándalo el padre de Neymar, presuntamente,
estaría involucrado con algunas mafias. El caso pica y se extiende, Dunga, ex
seleccionador y estrella de la canarinha, es investigado por una serie de
fotografías en las que se ve en compañía de miembros de dicha mafia. Hasta el
vicepresidente de la FIFA, Julio Grondona, se encontraría inmerso, según se
investiga.
Brasil
intentó ser campeón a la fuerza con un gobierno intentando evitar otro “maracanazo” y buscando lo contrario a sabiendas del
efecto hipnótico que resultaría. Pero el “Mineirazo” llegó recordando aquella
generación estigmatizada de por vida. La derrota deportiva, política y
económica se repitió y los recuerdos se hacen vívidos. El entrenador, Flavio
Costa, tuvo que abandonar Maracaná 24 horas más tarde disfrazado de mujer. Moacyr Barbosa, arquero de Brasil, recordaba amargamente
su crimen: dudar si atajar o despejar en la jugada del segundo gol uruguayo. Aquella
jugada desencadenó suicidios masivos y dejó la crisis de un país convulsionado
desnuda. Hoy, todo sucede de nuevo.
Ese fantasma viajó del Maracaná al Mineirao, desnudando un juego de poder y dinero que empujaba hacia una gloria obligada a una desteñida selección Brasileña que dista de aquellas de Pelé, Ademir, Garrincha, Zico, Sócrates, Romario. Se buscaba un destino forzado por Lula, y que Dilma y compañía aprovechaban para sus intereses. La farsa terminó, el “Mineirazo” la desnudó.
Ese fantasma viajó del Maracaná al Mineirao, desnudando un juego de poder y dinero que empujaba hacia una gloria obligada a una desteñida selección Brasileña que dista de aquellas de Pelé, Ademir, Garrincha, Zico, Sócrates, Romario. Se buscaba un destino forzado por Lula, y que Dilma y compañía aprovechaban para sus intereses. La farsa terminó, el “Mineirazo” la desnudó.
Fernando Pinilla
El mal fútbol de la selección de brasil fe la salvación del pueblo brasilero al desenmascarar mundialmente a un pésimo gobierno, y a nosotros qué nos salvará?, hasta cuando la gente que apoya a éste régimen seguirá ciega?
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