¿Hasta cuándo? (Columna Trompo en la uña, diario La Región 28/07/2014)
Cuando Nicolás vocifera: "No
caeremos más nunca en la vida en las garras del Fondo Monetario Internacional"
se escucha, en primer momento, como un líder preocupado por el porvenir de su
nación. La carga del discurso suena lejana a nuestra tradición política y
parece extraído de algún discurso en blanco y negro de Stalin o Mao, en un
programa de History Channel. Dicho discurso llega a un grueso de la población
codificado, encriptado en una caja de seguridad rotulada en su exterior con las
palabras, dignidad, soberanía, libertad e independencia; todas partes de esa
jerga que ha institucionalizado el gobierno, con la ayuda de una pasividad
alarmante en la población.
Si no se ha leído, investigado y buscado, se cree que el
discurso es una realidad, que ese pasado y esos enemigos, como he dicho en
otros momentos, están ahí. Se cree entonces que realmente Nicolás es el ungido
por un comandante supremo, el héroe que es nombrado hasta en los créditos de
los libros de textos escolares de la revolución, siempre arriba del inquilino
de Miraflores quien sin aquella mirada de las vallas y los murales en los
edificios de Misión Vivienda (o por lo menos mencionando su nombre en sus
discursos una vez al día) queda como un cascarón vacío; un huevo sin sal. La
nación se cree que vive gracias a un supuesto líder de nada, un
comandante de arcilla en una nación de cartón.
Venezuela continúa
languideciendo entre el descontento que se mezcla con la aprobación de nuestra
realidad. Una parte del pueblo acepta lo que vive y tercamente se mentaliza que
el Fondo Monetario, Estados Unidos, la oligarquía, son los culpables, los enemigos
del pueblo, de ellos, de los venezolanos que han tenido la oportunidad de ver
la luz. El golpe y el magnicidio y la constante amenaza en el discurso a la
oposición que, según, busca caminos que no son democráticos, son argumentos que
no pasan de moda y finalmente cumplen su cometido. Pero el país no está
hipotecado a Estados Unidos, pero sí a China y Cuba, aun así, no lo ven.
En este contexto, la oposición actúa equivocadamente,
cayendo en una riña constante que deja en segundo plano a Giordani y su denuncia de un gobierno que dilapida el dinero, no busca
soluciones y se hunde en la corrupción. Es
triste que uno de los miembros más rancios, antiguos y con más cuota de
culpabilidad de nuestra realidad salga al ruedo con semejante bomba y una
oposición dividida termine por dilapidar la oportunidad de cosechar mango
bajito, y tras varias semanas de aquella carta pública, no se haya tomado
ninguna medida. Venezuela duerme, somos sonámbulos de nuestra realidad, vagando
por las equinas, hablando bajito, quejándonos, algunos y otros callando aunque
la crisis los agobie y los ahogue. Es una tierra de caracoles y tortugas, de
silencio perpetuo que mancilla, que hiere y que permite su propia destrucción
sin oposición, ni en la calle, ni en las toldas políticas.
Estas líneas son un eco, son como una luciérnaga que lucha
por iluminar, pero su intento falla una y otra vez porque una gaviota no hace
verano. Porque se necesitan millones de luciérnagas para iluminar la oscuridad
que nos cubre y nos hace caminar sin saber en qué dirección lo hacemos. Pero al
mirar al cielo veo a los venezolanos como aves migratorias buscando otros
árboles y otras montañas en las que fabricar sus nidos, y aquellos que aun no
alzan el vuelo, sólo esperan la oportunidad para buscar nuevos horizontes,
mientras los intentos de algunos quedan como una marca deleble en nuestra línea
del tiempo. Miramos hacia atrás y vemos esa cicatriz, como la de Sairam Ribas,
presidenta del centro de estudiantes de la escuela de Trabajo Social de la UCV,
quién a sus veintiún años se mantiene privada de libertad por acampar en la
plaza Alfredo Sadel en una protesta, por muchos desvirtuada, pero no por ella.
Pero la memoria de pez del venezolano hace que se olvide su realidad, así como
olvidamos los nombres de los jóvenes caídos en el primer semestre del año y que
sólo regresan a nuestra memoria cuando vemos algún grafiti al caminar con
indiferencia por las calles.
Las circunstancias son perfectas para un gobierno que ve la
economía decaer cada día y no encuentra solución. RCTV, hace unos años,
reestructurada como TVES, un gran número de emisoras de radio cerradas y
expropiadas. Globovisión, La Cadena Capriles, El Universal, “comprados” por
grupos que establecen líneas de información suave, sin denuncia y en el que los
íconos de la oposición periodística a la revolución son sustituidos por la cocinita de Sindy Lazo, programas de
variedades que dan la espalda a las realidades del país, y espacios en los que
se publican boletines de prensa oficialista. Por otra parte están los medios que
han sido silenciados como sucediera, y
sucede, con Venevisión y Televen, y en el que cualquiera que hasta con humor
critique al gobierno, sale del aire, como sucediera con el programa de Luis Chataing
en Televen, nos guste o no su estilo. Ojo, y no me vengan con el cuento que
alguien con 3.070.545 de seguidores en twitter y con una aceptación,
reconocida, de productos, proyectos en
las masas, sale del aire por falta de rating. ¡Qué lejos recordamos las
parodias políticas de Radio Rochela con Cayito Aponte, Pepeto López y Laureano
Márquez! Pensábamos entonces que los años de opresión, censura, hasta al humor,
de Gómez y Pérez Jiménez, eran cosa del pasado.
Es triste, a veces frustrante que seamos tan imbéciles. Que
seamos tan poco racionales y con sentido de pertenencia y hasta vergüenza para
diferir con un gobierno que al igual que el país languidece, sólo que continúa
de pie tambaleándose porque algunos se la ponen fácil. Estoy cansado de ver
despedidas, de escuchar, “no hay”, de saberme atrapado en el legado pobre y
devaluado del comandante. ¿Hasta cuándo?
Fernando Pinilla
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